Japón es actualmente conocido como uno de los principales centros de producción de tecnología punta del mundo. A parte de lo relacionado con la robotica y los ordenadores, uno de los elementos más destacables es el ferrocarril. Se trata de un invento europeo, pero Japón lo adoptó y se esmeró en mejorarlo.
El mundo experimentó enormes cambios a lo largo del siglo XIX. Esto se debe sobretodo a la expansión global de varios países occidentales, que ampliaron su presencia en África y Asia. Allá dónde llegaban los europeos y estadounidenses difundían su técnica y su ciencia. Por ejemplo, uno de los elementos más importantes que llevaban consigo fue el ferrocarril, el cual era considerado uno de los grandes símbolos del progreso. No solamente se trataba de una tecnología avanzada, sino que permitía un mejor desarrollo económico e industrial, pues era un sistema de transporte de materias y personas eficaz y económico.
Las potencias europeas, allá donde extendían su influencia, procuraban que se construyeran lineas ferroviarias. Así es como llegó el ferrocarril a países como Egipto y la India, de manos de los ingleses, o a varias regiones del sur-este asiático, gracias a los franceses. En estos sitios, el ferrocarril era visto más como un elemento de explotación que no de modernidad. Los anti-imperialistas de las regiones explotadas por alguna potencia occidental no tardaron en denunciar al ferrocarril como un elemento nocivo para la economía local; pues este servía especialmente a los intereses de los extranjeros, quienes lo usaban para extraer los recursos y llevárselos a la metropolis.
El caso de Japón fue diferente. Mientras que otros países y regiones de Asia y África la instalación de redes ferroviarias fue principalmente iniciativa europea, en Japón fue el propio gobierno quien tomó la iniciativa. Así pues, en 1869 el recién instaurado gobierno Meiji decidió establecer la primera línea férrea en el archipiélago y en el año 1872 se inauguró. Para ello el gobierno nipón solicitó ayuda económica y técnica a los británicos. Se trataba de un recorrido de 30 kilómetros y unía Tokyo con Yokohama, donde se encontraba el principal puerto de la región. El trayecto se cubría en aproximadamente 50 minutos e, inicialmente, había 9 viajes diarios en cada sentido. El año siguiente de su inauguración, se calcula que esta línea tenía un promedio de 4347 usuarios al día.
De los 30 kilómetros de línea férrea del año 1872, se pasó a más de 120 kilómetros en el año 1880. En el año 1874 se inauguró la línea que unía Osaka y Kobe; y dos años después, en 1876, Kyoto quedaba unida por ferrocarril a Osaka. En el año 1889 se inauguraba la línea Tokaido, que une Tokyo con Kyoto y Osaka. Así pues, en pocos años, la gran mayoría de las principales ciudades del archipiélago estaban conectadas por líneas de ferrocarril, así como los grandes puertos y centros industriales y mineros. Ejemplo de esto último sería la línea que unía Sapporo con las minas de carbón de Hokkaido.
Inicialmente, Japón fue dependiente de las inversiones y de la ayuda técnica procedente de Gran Bretaña para la creación y puesta en marcha de las líneas férreas, pero a partir de 1880 esta dependencia empezó a ser cada vez menor. Esto se debió a las políticas económicas que el gobierno nipón puso en marcha para reducir la dependencia del exterior. Estas permitieron que surgiera un capital privado japonés dispuesto a invertir en la construcción de más líneas de ferrocarril, a lo que se acabaría sumando también el propio estado japonés a través de una compañía estatal de ferrocarriles.
A lo largo del periodo Meiji (1868-1912), Japón llevó a cabo su modernización. Especialmente durante las primeras décadas de este periodo, hubo una gran admiración por occidente, su técnica y su ciencia; especialmente por parte de las clases altas y pudientes. Algunos de los principales dirigentes del Japón Meiji creían que era necesario imitar en lo máximo posible las potencias europeas, y veían el ferrocarril como una tecnología puntera. Debido a ello, no sólo fue un avance técnico para el país, sino que se volvió un elemento de prestigio. Es por ello que en muchas de las pinturas japonesas de la época se puede apreciar la presencia del ferrocarril, ya que era un elemento del que se sentían especialmente orgullosos.
Gracias a las iniciativas y decisiones acertadas de los japoneses, el ferrocarril en su país sirvió a los intereses de Japón más que a los intereses extranjeros. Desde buen principio se vio que el ferrocarril era algo en lo que valía la pena invertir, pues acababa reportando grandes beneficios económicos y, al mejorar las comunicaciones y el transporte, también incentivaba la industria propia. Además del uso civil e industrial del ferrocarril, a partir del año 1894, cuando Japón inicia su primer conflicto con China, quedó claro que también era un elemento importante para el esfuerzo de guerra.
En la actualidad, a lo largo y ancho de Japón sigue teniendo una enorme presencia el ferrocarril, siendo uno de los principales medios de transporte. Especialmente famosos son los trenes de alta velocidad nipones, conocidos como shinkansen, que se encuentran entre los más avanzados y modernos del mundo debido a sus constantes mejoras y la investigación en el campo ferroviario.
Resumiendo, en Japón, la llegada del ferrocarril se debió sobretodo a la iniciativa propia. Fue el gobierno nipón quien, con ayuda de los británicos, empezó a establecer las primeras líneas de ferrocarril, a lo que con los años se sumarían varias iniciativas privadas. La relativamente escasa intervención extranjera en la creación de las lineas ferroviarias permitió que los beneficios fuesen principalmente para los inversores japoneses y su gobierno. A su vez, debido a la obsesión nipona de ser vistos como un país moderno y avanzado, el ferrocarril fue adoptado como uno de los principales símbolos de modernidad técnica y prestigio. Esto último parece haber llegado a nuestros días, pues Japón es uno de los países con mejor red y servicio ferroviario del mundo debido a las constantes mejoras que aplican a este medio de transporte.
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